Contentos de ser vasallos de vuestra majestad y mis amigos: a Tenochtitl�n do s�c. XVI |
Pedro Felipe Marques Gomes Ferrari
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1. A "santa f� cat�lica": o olhar do outro
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Repress�o, demoniza��o e unifica��o. O Santo Of�cio, instalado desde 1478, ditou, entre os reis cat�licos, um modo de superar diferen�as culturais e ideol�gicas causadas pela fragmenta��o da monarquia visig�tica ap�s a queda do Imp�rio Romano em prol de uma melhor organiza��o entre os reinos cat�licos. A religi�o, elemento comum entre tal pluralidade de costumes, l�nguas e organiza��es, tem, portanto, um car�ter de ponto de apoio da coopera��o entre os reis cat�licos e, por volta de 1502, da expuls�o definitiva dos �rabes da Pen�nsula Ib�rica em fun��o da tomada de Granada.
Em meio a tal ambienta��o pol�tica e ideol�gica, Cort�s, nascido em 1485, sete anos ap�s a instala��o do Santo Of�cio, constr�i seu discurso acerca da civiliza��o asteca e seus costumes nativos. Por meio de uma estrutura descritiva tendenciosa, na primeira carta enviada ao imperador Carlos V, Hern�n Cort�s procura evitar ao m�ximo a adjetiva��o acerca de vestimentas e h�bitos nativos. Tal cuidado � apenas quebrado ao descrever um dos centros cerimoniais de Vera Cruz, quando, ao exaltar sua estrutura f�sica, procura lig�-la aos cerimoniais ritual�sticos de sacrif�cio �horr�veis, abomin�veis e dignos de serem punidos� que ocorriam em seu interior, os quais eram o eixo principal da cultura mesoamericana.
| [...] mezquitas y adoratorios y sus andenes, todo a la redonda muy ancho, y all� tienen sus �dolos que adoran, dellos de piedra, y dellos de barro, y dellos de palos, a los quales honran y sierven en tanta manera y con tantas ceremonias, que en mucho papel no podr�a hacer de todo ello a vuestras reales altezas y particular relaci�n; y estas casas y mezquitas donde los tienen son las mayores y menores m�s bien obradas y que en los pueblos hay, y ti�nenlas muy atumadas con plumajes y pa�os muy labrados y con toda manera de gentileza, y todos los d�as, antes que obra alguna comienzan, quenan en las dichas mezquitas encienso, y algunas veces sacrifican sus mismas personas, cort�ndose unos las lenguas, y otros las orejas, y otros acuchill�ndose el cuerpo con unas navajas, y toda la sangre que dellos corre la ofrecen a aquellos �dolos, ech�ndola por todas las partes de aquellas mezquitas, y otras veces ech�ndola hacia el cielo, y haciendo otras muchas maneras de ceremonias [...] y tienen otra cosa horrible y abominable y digna de ser punida, que hasta hoy visto en ninguna parte, y es que todas las veces que alguna cosa quieren pedir a sus �dolos, para que m�s aceptaci�n tenga su petici�n, toman muchas ni�as y ni�os, y aun hombres y mujeres de m�s de mayor edad, y en presencia de aquellos �dolos los abren vivos los pechos y les sacan el coraz�n y las entra�as, y queman las dichas entra�as y corazones delante de los �dolos [...] CORT�S, 1922, p.29-30). |
Herbert Marcuse (1) , ao refletir sobre o papel da guerra e de conflitos b�licos, aponta que tais atitudes do Estado t�m como fun��o primordial canalizar o sufocamento causado por repress�es internas, no caso de nossa an�lise no campo pol�tico, para algum elemento exterior � p�tria, ocasionando, assim, uma esp�cie de catarse de impulsos e favorecendo a quietude e a unifica��o nacional. Coloca que �o Inimigo nacional, que tem de ser combatido e odiado, � distorcido e inflado a tal ponto que pode ativar e satisfazer a agressividade na dimens�o profunda do inconsciente� (MARCUSE, [s.d.], p.14) , an�lise esta que poderia ser, em certa medida, utilizada para compreender a vis�o lan�ada por Cort�s sobre a sociedade mesoamericana do s�culo XVI ao procurar, de acordo com uma s�rie de orienta��es pol�ticas tomadas pelo Santo Of�cio, demonizar a cultura encontrada na �Nova Espanha� como modo de canalizar os conflitos criados pela aproxima��o entre os reinos cat�licos com sua enorme pluralidade cultural para o elemento religioso em comum. Sendo assim, a vis�o do Santo Of�cio sobre as novas terras americanas teria, al�m da fun��o de consolidar o catolicismo, um car�ter de aux�lio � ideologia pregada pelos reis cat�licos de uni�o em torno de uma s� religi�o, o que seria fortalecido ao serem criados inimigos em comum �s diversas culturas presentes na pen�nsula ib�rica. Tal teoria poderia ser alicer�ada em torno do discurso de Cort�s ao identificar os nativos mesoamericanos como �inimigos de nossa santa f� cat�lica�.
| Podr�n vuestras majestades, si fueran servidos, hacer por cosa verdadera relaci�n a nuestro muy santo Padre para que en la conversi�n desta gente se ponga diligencia y buena orden, pues que dello se espera sacar tan gran fruto y tanto bien, para que su santidad haiga por bien y permita que los malos y rebeldes, siendo primero amonestados, puedan ser punidos y castigados como enemigos de nuestra santa fe cat�lica, y ser� ocasi�n de castigo y espanto a los que fueren rebeldes en venir en conocimento de la verdad, y evitar�n tan grandes males y da�os como son los que en servicio del demonio hacen; porque aun allende de lo que arriba hemos relaci�n a vuestras majestades de los ni�os y hombres y mujeres que matan y oferecen en sus sacrificios, hemos sabido y sido informados de cierto que todos son sodomitas y usan aquel abominable pecado. En todo suplicamos a vuestras majestades manden proveer como vieren que m�s conviene al servicio de Dios y de vuestras reales altezas, y c�mo los que en su servicio aqu� estamos seamos favorecidos y aprovechados (CORT�S, 1922, p.31-32, grifo nosso). |
Entretanto, al�m de possuir um car�ter marcadamente beligerante, tal conduta favoreceria a uni�o do grupo espanhol, como pode ser facilmente percebido em uma passagem, durante a segunda carta enviada a Carlos V, onde Cort�s descreve um epis�dio quando, duvidando e descrendo nas atitudes de Hern�n Cort�s, demais membros da organiza��o espanhola em solo americano planejaram uma esp�cie de motim contra as atitudes do colonizador. Contudo, utilizando um discurso claramente religioso, Cort�s consegue reunificar o grupo exaltando a figura de deus nas atitudes espanholas e demonizando as pr�ticas nativas, forjando, assim, um inimigo em comum que teria como finalidade �ltima a unifica��o da expedi��o em torno de ideais em comum. Descrevendo seu pr�prio discurso dirigido a tais membros de seu grupo na carta enviada a Carlos V, Cort�s conta que disse:
| [...] que dem�s de facer lo que como cristianos �ramos obligados en pu�ar contra los enemigos de nuestra fe, y por ello en el otro mundo gan�bamos la gloria y en esta consegu�amos el mayor prez y honra que hasta nuestros tiempos ninguna generaci�n gan�. Y que mirasen que ten�amos a Dios de nuestra parte, y que a �l ninguna cosa es imposible [...] (CORT�S, 1922, p.53, grifo nosso). |
Contudo, � medida que os nativos v�o sendo gradativamente convertidos e submetidos ao ide�rio europeu, Cort�s parece atenuar seus julgamentos acerca dos costumes mesoamericanos na segunda carta enviada � Espanha em compara��o �s suas primeiras impress�es e descri��es da ritual�stica nativa, como, por exemplo, ao retomar seu contato com rituais de sacrif�cio anteriormente adjetivados como �horr�veis, abomin�veis e dignos de puni��o�:
| Los m�s principales destos �dolos, y en quien ellos m�s fe y creencia ten�an, derroqu� de sus sillas y los fice echar por las escaleras abajo, e fice limpiar aquellas capillas donde los ten�an, porque todas estaban llenas de sangre, que sacrifican, y puse en ellas im�genes de nuestra Se�ora y de otros santos [...] Yo les hice entender con las lenguas cu�n enga�adores estaban en tener su esperanza en aquellos �dolos, que eran hechos por sus manos, de cosas no limpias, e que hab�an de saber que hab�a un solo Dios, universal Se�or de todos, el cual hab�a criado el cielo y la tierra y todas las cosas, e hizo a ellos y a nosotros, y que �ste era sin principio e inmortal, y que a �l hab�an de adorar y creer, y no a otro criatura ni cosa alguna [...](CORT�S, 1922, p.102-103). |
Notas
(1) Em seu livro intitulado �Eros e Civiliza��o�. |
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